domingo, 16 de agosto de 2015

Hermanos



Hermanos

Mendoza, diciembre de 2007



Pili, ésa a la que no le gustan las muñecas.
Siempre que me acuerdo de ellos pienso en esta foto. En el momento de esa mirada entre esos dos bebés que no se decían nada y se decían tanto. Él con casi dos años. Ella con cinco meses.

Todavía no se sentaba sola. Él todavía usaba pañal. No hablaban y en esas miradas estaba todo.

Ignacio tenía un año y medio cuando nació su hermana. Ese día fue el primero que no durmió con sus padres y yo tuve la suerte de que durmiera conmigo. No lloró. No pidió ni por su mamá ni por su papá. A la mañana siguiente nos levantamos temprano y fuimos a la clínica a ver a Martina. Estaba toda hinchada y con el pelo aceitoso pegado a la cabeza. Ya se le notaban esos cachetes inflados y hermosos que sigue teniendo.


--Hola Marcccela –me dice Martina con voz grave del otro lado del teléfono. Hace unos días cumplió ocho años, me explicó con detalles cómo llegar al lugar donde le festejaban el cumpleaños. ¡Qué grande está la gorda! –pensé.


A Ignacio le gusta dibujar y es fanático de Independiente de Avellaneda. En unos meses va a venir a Buenos Aires por primera vez y una de las primeras cosas que vamos a hacer será conocer la cancha del rojo.


Ignacio,  Martina y Pili – la más chiquita, ésa a la que no le gustan las muñecas-- son mis sobrinos. Y son, también, mis niños preferidos.