viernes, 10 de febrero de 2012

Trinidad: Plaza mayor


Playa de Ancón


Fotos: Romina Scafati

CUBA
Trinidad poco santísima

A menos de 400 km de La Habana y a unas 2 hs. de Santa Clara, donde descansan los restos del Che Guevara, se encuentra Trinidad una desapercibida joya del Caribe.

Menos concurrida que los destinos Reg&Pop (Regionales y Populares como Sierra Maestra o Santa Clara) o netamente playeros (Varadero) hay una antigua ciudad que serpentea entre calles de adoquines de forma espiralada,  donde se respira entre diciembre y marzo un aire fresco, lejos del de la pintoresca pero no por ello menos tumultuosa ciudad de La Habana. Automóviles de los años ´50 y ´60, carretas o “coco-taxis” se desplazan en forma esporádica por la colonial Trinidad, constituyen entre otros uno de de los atractivos visibles que la han convertido en patrimonio histórico de la humanidad por la UNESCO desde 1988.
Trinidad se encuentra en la parte centro sur de Cuba, pertenece a la provincia Sancti Spíritus, con vías de acceso numerosas y frecuencias del transporte variada, como los ómnibus Viazul que ofrecen alternativas diversas de horarios. Todo para arribar a esa confluencia de montañas y mar, la combinación perfecta que se complementa con la pequeña ciudad con un temperie promedio de poco más de 25° C entre diciembre y marzo. En los meses siguientes asciende progresivamente a medida que se acerca el verano cubano.
Los ingenios azucareros enclavados en los alrededores de la ciudad de Trinidad proporcionaron desde sus comienzos una economía próspera, en el marco generoso de la selva tropical que ilumina con una flora colorida. Policromía que se espeja en una gran oferta de artesanías en locales y puestos ambulantes distribuidos en el centro, captan la atención de los entusiasmados visitantes que deambulan luego de una tarde de cabalgata, playa o trekking.
Quienes opten por conocer con más profundidad la vida trinitaria, pueden averiguar para  alojarse en algunas de las cientos de casas de familia que rentan habitaciones a los turistas poco proclives a las cinco estrellas. Se ofrece allí una agradable y modesta estadía, provista con todas las comodidades de un hostel en cualquier lugar del planeta. En la casa de Víctor, ubicada en la calle Maceo, el desayuno incluye huevos, jugo de guayabas o naranjas; bananas, papayas, café, tostadas, manteca y mermelada. Almorzar o cenar en el lugar del hospedaje puede ser, por precio y sabor, mejor opción que algún restaurant céntrico. Para los fanáticos del confort, hay hoteles tradicionales en la ciudad o en la vecina playa de Ancón.

Tardes cultas
Como corresponde a la tradición hispánica y su mentalidad en damero, la Plaza Mayor, una de las más destacadas y conocidas de Trinidad, por su ubicación céntrica es circuito obligado. Las palmeras y las flores arremeten sobre la percepción y se detienen al arribar al civilizado perímetro de rejas blancas de baja altura con que se encuentra rodeada. Además, es un punto de venta de “comisionistas” cubanos que insistentemente ofrecen almuerzos o cenas en un “bonito paladar”, así como habanos, alojamiento en las viviendas particulares adaptadas para ello, o transporte hacia “cualquier lugar de la Isla”,  entre otras opciones capaces de colmar los más distantes horizontes imaginativos.
Rodeada por construcciones del tiempo de la colonia de gran presencia como la Parroquial Mayor, la Plaza Mayor tiene lo suyo, especialmente dedicado para los gustosos de la historia y la cultura: Trinidad posee interesantes museos que atesoran gran parte de sus años y tradiciones. Entre ellos se encuentra el Palacio Cantero, a metros de la misma, que además  de albergar piezas de alfarería de la época posee una construcción del 1830 con amplias galerías y un patio con una notable fuente con un niño (esculpido) en el medio que le dan el correspondiente aire de palacete al lugar. El museo de Arqueología, también en las cercanías, es otra interesante alternativa para complementar un recorrido cultural. El museo Romántico, uno de los más populares, contiene brillantes joyas en una fastuosa construcción que le otorga un ámbito acorde. En el Museo de Arquitectura los visitantes podrán interiorizarse sobre los detalles de la encantadora construcción trinitaria; mientras que al de los Bandidos, instalado en lo que fuera el Convento San Francisco de Asís cuya torre es el símbolo de Trinidad, lo pueden visitar los interesados en conocer algunos levantamientos en el interior de Cuba que intentaron terminar con la Revolución cubana en los años 60.

Una caja de música
Una extensa escalinata con árboles y flores en sus bordes culmina entre los lagartos mimetizados en la vegetación a fin de aprovechar el sol que refulge entre las nubes.  La mayoría de los transeúntes,  al menos una vez, cede a la no menos fresca que etílica tentación de tomarse un aperitivo en la concurrida escalera. Los mojitos y la cerveza cristal blanca son las bebidas más elegidas, sin desmedro, claro, de una amplia carta de brebajes, aún para conjurar la tristeza de los abstemios. El ron en estado natural, sépase, es el preferido de los locales.
En forma continua desde la media mañana, grupos de trovadores alegran la Casa de la Música, “Guantanamera” se oye una y otra vez y otra vez y otra vez. Basta señalarle a los cantores que la canción está aprendida para que varíen el repertorio. A la noche, turistas y triniteños se reúnen. Predomina la salsa en los pies con mezcla de ritmos afrocubanos en las caderas y reguetoneros en el sistema nervioso central para que los presentes no dejen reposar a su esqueleto. Expertos en danzar, los cubanos invitan a los extranjeros que comienzan a familiarizarse, casi siempre animados por el ron, con éstos ritmos. Y a partir de allí emerge la noche caribeña. Imagínese.

Bicis en las arenas de Ancón
Desde aproximadamente las diez de la mañana varias alternativas de transporte particular y algunos ómnibus transportan la ajada osamenta hacia las próximas arenas de Ancón. Dos alemanes, un holandés y dos argentinas se organizan en grupo para contratar el Chevrolet 50 de Omar -de interiores muy cómodos- un trinitario cincuentón dedicado a tales y otros menesteres turísticos, crucial fuente de ingresos en la zona.
Otra opción muy elegida por los más osados es alquilar una bicicleta y deslizarse hacia la playa: “en una hora se puede llegar a Ancón” afirma Lilian, que renta los rodados por el día a extranjeros a módicos cinco CUC (moneda cubana para uso del turismo).
Arena muy fina que acaricia la piel sin dañarla; aguas de mar apacible cuya tonalidad se halla atada a la mágica presencia de nubes en el cielo para concurrir del turquesa al verde esmeralda, conserva una transparencia que invita a posar la vista en ese fondo marino absolutamente nítido. Allí, eternos turistas de las profundidades, zigzaguean los miles de peces de colores. No hace falta sumergirse a gran profundidad para poder observarlos. Las aguas de esta parte del Caribe son muy escogidas para la práctica del buceo y diferentes deportes náuticos.
En la confitería del hotel de esta playa, amablemente les dan agua para el mate a los turistas argentinos que lo solicitan. El viento es leve en esta época del año, la tarde comienza a caer cuando se aproximan las seis de la tarde y el sol enrojecido se zambulle hasta lo hondo del aplauso.

Ingeniosos ingenios y trekking
Dedicarle una tarde a pasear por el valle de los ingenios constituye una experiencia por demás agradable, aleccionadora de paso para comprender lo que ha sido y sigue siendo una de las principales industrias cubanas. Conjuntamente con la ciudad de Trinidad, éste paraje fue declarado Patrimonio de la Humanidad. Las cabalgatas que se ofrecen son el medio más habitual  para llegar hasta el comienzo del circuito: la torre Manaca Iznaga se destaca y posee una vista panorámica que vale la pena visitar. De regreso, los sones desde una retransmisora de las principales radios de Cuba se encuentra a unos cuarenta minutos a pie en la zona más elevada de Trinidad.
Los que gustan del trekking y las caminatas no tendrán dificultad de subir hacia el santuario tecnológico. Es un lugar que ofrece una panorámica vista hacia la ciudad, al valle de los ingenios y al Caribe, todo en uno. En el camino revolotean constantemente veinticinco especies de mariposas que hacen el trayecto más entretenido, hablan del equilibrado ecosistema e iluminan el verde intenso del frondoso paisaje y las numerosas palmeras. Balcón natural a la isla, proclive al brindis que invita a regresar.