Hermanos
Pili, ésa a la que no le gustan las muñecas. |
Siempre que me acuerdo de ellos pienso en esta foto. En el
momento de esa mirada entre esos dos bebés que no se decían nada y se decían
tanto. Él con casi dos años. Ella con cinco meses.
Todavía no se sentaba sola. Él todavía usaba pañal. No hablaban
y en esas miradas estaba todo.
Ignacio tenía un año y medio cuando nació su hermana. Ese día
fue el primero que no durmió con sus padres y yo tuve la suerte de que durmiera
conmigo. No lloró. No pidió ni por su mamá ni por su papá. A la mañana
siguiente nos levantamos temprano y fuimos a la clínica a ver a Martina. Estaba
toda hinchada y con el pelo aceitoso pegado a la cabeza. Ya se le notaban esos
cachetes inflados y hermosos que sigue teniendo.
--Hola Marcccela –me dice Martina con voz grave del otro lado
del teléfono. Hace unos días cumplió ocho años, me explicó con detalles cómo
llegar al lugar donde le festejaban el cumpleaños. ¡Qué grande está la gorda! –pensé.
A Ignacio le gusta dibujar y es fanático de Independiente de
Avellaneda. En unos meses va a venir a Buenos Aires por primera vez y una de
las primeras cosas que vamos a hacer será conocer la cancha del rojo.
Ignacio, Martina y
Pili – la más chiquita, ésa a la que no le gustan las muñecas-- son mis sobrinos.
Y son, también, mis niños preferidos.
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