Trinidad: Plaza mayor |
Playa de Ancón |
Fotos: Romina Scafati
CUBA
Trinidad poco santísima
A menos de 400 km de La Habana y a unas
2 hs. de Santa Clara, donde descansan los restos del Che Guevara, se encuentra
Trinidad una desapercibida joya del Caribe.
Menos
concurrida que los destinos Reg&Pop (Regionales y Populares como Sierra
Maestra o Santa Clara) o netamente playeros (Varadero) hay una antigua ciudad
que serpentea entre calles de adoquines de forma espiralada, donde se respira entre diciembre y marzo un
aire fresco, lejos del de la pintoresca pero no por ello menos tumultuosa
ciudad de La Habana. Automóviles de los años ´50 y ´60, carretas o “coco-taxis”
se desplazan en forma esporádica por la colonial Trinidad, constituyen entre
otros uno de de los atractivos visibles que la han convertido en patrimonio
histórico de la humanidad por la UNESCO desde 1988.
Trinidad se
encuentra en la parte centro sur de Cuba, pertenece a la provincia Sancti
Spíritus, con vías de acceso numerosas y frecuencias del transporte variada,
como los ómnibus Viazul que ofrecen alternativas diversas de horarios. Todo
para arribar a esa confluencia de montañas y mar, la combinación perfecta que
se complementa con la pequeña ciudad con un temperie promedio de poco más de
25° C entre diciembre y marzo. En los meses siguientes asciende progresivamente
a medida que se acerca el verano cubano.
Los ingenios
azucareros enclavados en los alrededores de la ciudad de Trinidad proporcionaron
desde sus comienzos una economía próspera, en el marco generoso de la selva
tropical que ilumina con una flora colorida. Policromía que se espeja en una
gran oferta de artesanías en locales y puestos ambulantes distribuidos en el
centro, captan la atención de los entusiasmados visitantes que deambulan luego
de una tarde de cabalgata, playa o trekking.
Quienes opten
por conocer con más profundidad la vida trinitaria, pueden averiguar para alojarse en algunas de las cientos de casas de
familia que rentan habitaciones a los turistas poco proclives a las cinco
estrellas. Se ofrece allí una agradable y modesta estadía, provista con todas
las comodidades de un hostel en cualquier lugar del planeta. En la casa de
Víctor, ubicada en la calle Maceo, el desayuno incluye huevos, jugo de guayabas
o naranjas; bananas, papayas, café, tostadas, manteca y mermelada. Almorzar o
cenar en el lugar del hospedaje puede ser, por precio y sabor, mejor opción que
algún restaurant céntrico. Para los fanáticos del confort, hay hoteles
tradicionales en la ciudad o en la vecina playa de Ancón.
Tardes cultas
Como
corresponde a la tradición hispánica y su mentalidad en damero, la Plaza Mayor,
una de las más destacadas y conocidas de Trinidad, por su ubicación céntrica es
circuito obligado. Las palmeras y las flores arremeten sobre la percepción y se
detienen al arribar al civilizado perímetro de rejas blancas de baja altura con
que se encuentra rodeada. Además, es un punto de venta de “comisionistas”
cubanos que insistentemente ofrecen almuerzos o cenas en un “bonito paladar”, así
como habanos, alojamiento en las viviendas particulares adaptadas para ello, o
transporte hacia “cualquier lugar de la Isla”, entre otras opciones capaces de colmar los más
distantes horizontes imaginativos.
Rodeada por
construcciones del tiempo de la colonia de gran presencia como la Parroquial
Mayor, la Plaza Mayor tiene lo suyo, especialmente dedicado para los gustosos
de la historia y la cultura: Trinidad posee interesantes museos que atesoran
gran parte de sus años y tradiciones. Entre ellos se encuentra el Palacio
Cantero, a metros de la misma, que además
de albergar piezas de alfarería de la época posee una construcción del
1830 con amplias galerías y un patio con una notable fuente con un niño (esculpido)
en el medio que le dan el correspondiente aire de palacete al lugar. El museo
de Arqueología, también en las cercanías, es otra interesante alternativa para
complementar un recorrido cultural. El museo Romántico, uno de los más
populares, contiene brillantes joyas en una fastuosa construcción que le otorga
un ámbito acorde. En el Museo de Arquitectura los visitantes podrán
interiorizarse sobre los detalles de la encantadora construcción trinitaria;
mientras que al de los Bandidos, instalado en lo que fuera el Convento San
Francisco de Asís cuya torre es el símbolo de Trinidad, lo pueden visitar los
interesados en conocer algunos levantamientos en el interior de Cuba que
intentaron terminar con la Revolución cubana en los años 60.
Una caja de música
Una extensa
escalinata con árboles y flores en sus bordes culmina entre los lagartos
mimetizados en la vegetación a fin de aprovechar el sol que refulge entre las
nubes. La mayoría de los transeúntes, al menos una vez, cede a la no menos fresca
que etílica tentación de tomarse un aperitivo en la concurrida escalera. Los
mojitos y la cerveza cristal blanca son las bebidas más elegidas, sin desmedro,
claro, de una amplia carta de brebajes, aún para conjurar la tristeza de los
abstemios. El ron en estado natural, sépase, es el preferido de los locales.
En forma
continua desde la media mañana, grupos de trovadores alegran la Casa de la
Música, “Guantanamera” se oye una y
otra vez y otra vez y otra vez. Basta señalarle a los cantores que la canción
está aprendida para que varíen el repertorio. A la noche, turistas y triniteños
se reúnen. Predomina la salsa en los pies con mezcla de ritmos afrocubanos en
las caderas y reguetoneros en el sistema nervioso central para que los
presentes no dejen reposar a su esqueleto. Expertos en danzar, los cubanos
invitan a los extranjeros que comienzan a familiarizarse, casi siempre animados
por el ron, con éstos ritmos. Y a partir de allí emerge la noche caribeña.
Imagínese.
Bicis en las arenas de Ancón
Desde
aproximadamente las diez de la mañana varias alternativas de transporte
particular y algunos ómnibus transportan la ajada osamenta hacia las próximas
arenas de Ancón. Dos alemanes, un holandés y dos argentinas se organizan en
grupo para contratar el Chevrolet 50 de Omar -de interiores muy cómodos- un
trinitario cincuentón dedicado a tales y otros menesteres turísticos, crucial
fuente de ingresos en la zona.
Otra opción
muy elegida por los más osados es alquilar una bicicleta y deslizarse hacia la
playa: “en una hora se puede llegar a Ancón” afirma Lilian, que renta los
rodados por el día a extranjeros a módicos cinco CUC (moneda cubana para uso
del turismo).
Arena muy
fina que acaricia la piel sin dañarla; aguas de mar apacible cuya tonalidad se
halla atada a la mágica presencia de nubes en el cielo para concurrir del
turquesa al verde esmeralda, conserva una transparencia que invita a posar la
vista en ese fondo marino absolutamente nítido. Allí, eternos turistas de las
profundidades, zigzaguean los miles de peces de colores. No hace falta
sumergirse a gran profundidad para poder observarlos. Las aguas de esta parte
del Caribe son muy escogidas para la práctica del buceo y diferentes deportes
náuticos.
En la
confitería del hotel de esta playa, amablemente les dan agua para el mate a los
turistas argentinos que lo solicitan. El viento es leve en esta época del año,
la tarde comienza a caer cuando se aproximan las seis de la tarde y el sol
enrojecido se zambulle hasta lo hondo del aplauso.
Ingeniosos ingenios y trekking
Dedicarle
una tarde a pasear por el valle de los ingenios constituye una experiencia por
demás agradable, aleccionadora de paso para comprender lo que ha sido y sigue
siendo una de las principales industrias cubanas. Conjuntamente con la ciudad
de Trinidad, éste paraje fue declarado Patrimonio de la Humanidad. Las
cabalgatas que se ofrecen son el medio más habitual para llegar hasta el comienzo del circuito: la
torre Manaca Iznaga se destaca y posee una vista panorámica que vale la pena
visitar. De regreso, los sones desde una retransmisora de las principales
radios de Cuba se encuentra a unos cuarenta minutos a pie en la zona más
elevada de Trinidad.
Los que
gustan del trekking y las caminatas no tendrán dificultad de subir hacia el
santuario tecnológico. Es un lugar que ofrece una panorámica vista hacia la
ciudad, al valle de los ingenios y al Caribe, todo en uno. En el camino
revolotean constantemente veinticinco especies de mariposas que hacen el
trayecto más entretenido, hablan del equilibrado ecosistema e iluminan el verde
intenso del frondoso paisaje y las numerosas palmeras. Balcón natural a la
isla, proclive al brindis que invita a regresar.
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